viernes, 25 de noviembre de 2011

Hacia una educación de calidad

El siguiente “post” pretende dar una de las respuestas a ¿Cómo mejorar la Calidad de la Educación? Entonces ¿Cuáles son los actores principales en ese proceso? ¿Qué rol le corresponde? ¿Qué valores asumir? Y en definitiva ¿Qué es posible hacer?


e la educación se derivan incuestionables ventajas sociales: el desarrollo económico, la participación y la integración social, la consolidación de valores democráticos y de convivencia. Educar es sentar las bases de una sociedad mejor, de un mundo más justo, respetuoso y solidario. Continuamente se someten a revisión tanto los métodos como los contenidos, pero el análisis de la realidad actual pone de relieve que hay mucho que mejorar también en otros aspectos si queremos avanzar hacia una educación de calidad.



Los actores principales
En la educación todos somos parte importante: padres e hijos, profesores y alumnos, la Administración, los ciudadanos, la sociedad en su conjunto. Ser parte implica que exista una participación real, responsable y activa. Esto requiere compromiso, presencia, intervención y acción. A menudo los padres se quejan de falta de tiempo, a los docentes se les agota la paciencia y a la Administración el presupuesto. Se habla insistentemente de la necesaria mejora de la calidad en la educación, que probablemente vendrá de la mano del incremento de la participación de los padres, del entusiasmo de los profesores y de la motivación de los niños.

El papel protagonista corresponde a los padres y educadores. Están en primera línea, en contacto directo con los niños. La intervención de los docentes es esencial, pero si el sistema educativo no tiene a los padres como pilar básico se desperdiciarán la mayor parte de los esfuerzos. La familia, la institución más universal y soporte nuclear de la educación, está experimentando cambios significativos en las últimas décadas para los que probablemente la sociedad no está suficientemente preparada.




La difícil tarea docente

Poca autoridad pueden hacer valer los padres ante sus hijos si desautorizan a los profesores. Se delega en ellos gran parte de la función educativa pero se les quita la autoridad necesaria para poder realizarla. La enseñanza es una de las actividades profesionales que más estrés genera. Tanto mayor cuanto más vocacional es el docente y más alto coloca el listón de sus expectativas.

Los profesores se ven expuestos a una gran presión psicológica. Un primer factor desencadenante deriva del desempeño de la propia función docente, una labor compleja, sometida además a la interminable adaptación a continuas reformas educativas. En muchos casos los profesores se enfrentan a la desmotivación y falta de respeto de los alumnos. Sufren la desconfianza, pasividad y desautorización de los padres. Acusan la falta de reconocimiento social. Los docentes son modelos para los alumnos, pero si están “quemados”, difícilmente podrán ser buenos transmisores.

Resulta increíble ver casos de amenazas y agresiones a profesores procedentes tanto de alumnos como de padres. La violencia o el acoso psicológico entre compañeros son otros ejemplos de conductas que deben ser abordadas con determinación. Estos hechos requieren de una reflexión tan serena como profunda. ¿A qué mejora en la calidad de la enseñanza podemos aspirar en un contexto como éste?

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